Las historias son las que cuentan
Entre el hecho teatral y la experiencia performática, los espectáculos de narración oral se multiplican y conquistan públicos nuevos. Aquí, un panorama de la actividad a través de sus principales referentes.
Por: Patricio Feminis
En algún teatro, sala o café de Buenos Aires, un narrador emerge desde un rincón secreto de sí mismo, apoyado en sus vivencias, en la memoria oral o en un texto literario, y enfrenta las sombras de un auditorio para desarrollar un arte tan antiguo como el hombre. Al margen de los shows pensados para el turismo y del extrañamiento que recibe toda expresión que habite por fuera del circuito teatral convencional, los narradores orales ofrecen su caudal de relatos, de escena a escena, de un barrio a otro y, frente a los espectadores, van en busca de su propia tradición. A treinta años de que surgieran los primeros espectáculos de narración oral en la Ciudad, el presente de la disciplina habla del largo camino recorrido. Se multiplican las compañías de cuentacuentos, los talleres, los encuentros (por caso, en el marco de la Feria del Libro), surgen certámenes con apoyo oficial o con pulso independiente; pero los narradores aún luchan por conseguir salas adecuadas y hasta un público propio. "Si en la apertura democrática surgió la narración como un nuevo modo de abordaje al escenario, ahora se va afianzando. No fue una moda pasajera", asegura Ana María Bovo, referente del género. "Hoy mucha más gente se dedica a la narración, pero falta consciencia del nivel de preparación técnica, actoral y literaria que requiere".Aunque Bovo considera que "la mayor o menor respuesta del público no depende de la calidad del espectáculo", la narración oral como hecho escénico no goza todavía de la difusión necesaria, es algo así como un género en pugna. "Aún resulta difícil vivir de este oficio", certifica Marta Lorente, una de las más renombradas narradoras en Buenos Aires, que forjó su trayectoria en diversas propuestas; entre ellas, los cuentos eróticos que hoy presenta en su espectáculo Pecado Carnal. "Hace unos años se hablaba de un boom. Antes de la crisis yo contraté a tres encuestadores y cuando la gente salía de los espectáculos les hacían entrevistas. No era ningún boom: todos los que iban eran amigos de los narradores. Eso fue cambiando, por suerte".Aunque con los años afloraron narradores, la calidad aún es dispar. "Yo he visto mucha gente que organiza encuentros y me dio vergüenza ajena", dice Lorente. Tal vez, los altibajos en las propuestas se deban a que el mundo de la narración "es muy individual", según evalúa Juan Parodi, director teatral y coordinador del grupo "Cuentos y encuentros". "En general el narrador trabaja solo: hace un taller, prepara un cuento en su casa y luego sale a contarlo. En Buenos Aires hay gente que lo hace muy bien y otros a los que le falta formación".Hay varios factores que explican la profusión de espectáculos: "Se puede ser romántico y decir que se debe a la necesidad de hablar o de que te oigan. Pero, en realidad, se lo ve como una salida laboral", dice Juan Moreno, uno de los pioneros en Buenos Aires, quien forma a narradores en el Instituto SUMMA. "Además, como muchos piensan que esto es igual que hablar, con una cuota de histeria se ponen un sombrero de plumas y van a un bar a contar cualquier cosa. Este es un arte con reglas propias y específicas. Muchas veces, todas esas mezclas con puestas en escena –y adornos– encubren el no tener la simple capacidad de contar un cuento". Si bien una base teatral apuntala la narración, es fundamental que el cuentacuentos tenga conocimiento del hecho literario, ya que "desde algún lugar él hace una reescritura para poder contar", dice Parodi. "Yo vengo del teatro, me gusta la literatura y encontré cómo unir ambas cosas. Lo más maravilloso de contar es hacer de puente para otros". Con su equipo, motorizó este año tres espectáculos: Hay un hermoso país, basado en el universo expresivo de Andersen; Chéjov al oído y Firmado: Oscar Wilde.
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